¿Una nueva racionalidad?

María Jesús Lamarca Lapuente. Hipertexto: El nuevo concepto de documento en la cultura de la imagen.


  

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"Se vive con la técnica, pero no de la técnica. Esta no se nutre
ni respira a sí misma, no es causa sui, sino precipitado útil,
 práctico, de preocupaciones superfluas, imprácticas."

José Ortega y Gasset: La rebelión de las masas, 1939

Para algunos autores, la escritura ordinaria suele ser secuencial porque el habla es secuencial y porque los libros se leen de forma secuencial, pero creen que la estructura de las ideas no es secuencial, sino que nuestra mente funciona por asociación. El hipertexto vendría, entonces, a corroborar esa idea. Wittgenstein, Foucault, Barthes, Derrida y otros se presentan como ejemplo de autores que defienden este tipo de organización del pensamiento lógico que ahora se podría expresar de forma no secuencial gracias al hipertexto,

La definición que dio Nelson de hipertexto como escritura no secuencial ha dado muchos quebraderos de cabeza. Los seguidores de la narrativa hipertextual, con George Landow a la cabeza, han defendido que la narrativa lineal ha sido así por razones históricas y, sobre todo, por influencia de la imprenta, y no por por ninguna otra razón lógica. Según ellos, las formas narrativas hipertextuales vendrían a sustituir a las formas de narrar tradicionalmente lineales y de esta forma, la forma de expresión del pensamiento se ajustaría más al proceso de pensar.

Sin embargo, como irónicamente nos dice Lluis Codina, "Landow es autor de diversas páginas web que se supone que deberían ilustrar sus teorías. En cambio, ¿paradójicamente?, sus páginas web constituyen buenos ejemplos de hipertextos entendidos como estructuras organizativas y brilla por su ausencia cualquier intento de narrativa no lineal".

En la posición extrema a Landow y los defensores de la no secuencialidad o multisecuencialidad, se encuentran otros autores y pensadores que critican la fragmentariedad, la discontinuidad, la hipotaxis y el texto descentrado a que puede dar lugar la expresión hipertextual. Mientras que unos teóricos (Landow) valoran la muerte del autor y del texto tradicionales y pregonan el triunfo del lector, otros teóricos de signo contrario preconizan la aparición de un lector y un sujeto descentrado, inconexo, fruto de la dispersión conceptual de la nueva textualidad del hipertexto. Según estos últimos autores, el desarrollo cognitivo, la reflexión y el análisis crítico se relacionan con la capacidad de pensar mediante argumentos proposicionales y para la formación y el conocimiento se ha considerado de vital importancia la propia existencia y forma de organización del texto impreso que permite un desarrollo lineal y argumentativo del discurso secuencial. El hipertexto, por tanto, rompería con el pensamiento lógico, argumentativo y racional.

Como se puede comprobar, existen tanto los hipertextófilos como los hipertextófobos extremos. De cualquier forma, no vamos a centrarnos aquí en sí existen o no formas distintas de narrar, ni vamos a dilucidar cuál responde a la forma real de funcionamiento del pensamiento, si al razonamiento lógico tradicional o al razonamiento por asociación, lo cierto es que las dos son constitutivas del pensamiento y que lo bueno del hipertexto es que permite ambas. Lo que nos importa realmente es saber qué aporta la estructura hipertextual y, sobre todo, destacar que el hipertexto introduce nuevas formas de organizar la información y nuevas formas de acceso a ésta. La Clasificación Decimal Universal no nos cuadriculó el cerebro ni coartó la creatividad de los autores, se convirtió únicamente en una forma de ordenar la información para poder recuperarla de una forma más rápida y efectiva. El hipertexto ofrece una nueva forma de presentar, acceder y recuperar dicha información, una cuestión bien distinta es cómo se estructura el contenido argumental de un documento y si sigue una determinada línea narrativa o argumentativa, varias o incluso ninguna. Lo cierto es que el hipertexto permite todas y cada una de estas líneas narrativas gracias a enlaces de muy distinto tipo: jerárquicos, asociativos, formales, conceptuales, referenciales, explicativos, etc., y que permite diferentes formas de representación de las ideas, la información y el conocimiento, desde una línea estrictamente secuencial  hasta una combinación de relaciones secuenciales, jerárquicas de distinto tipo y asociativas de diferente signo.

Los primeros hipertextos eran una maraña de bloques de texto que se estructuraban únicamente por lo que Landow y seguidores llamaban "relaciones de asociación", el resultado fue que los lectores y navegantes se sentían náufragos y a la deriva en medio de un mar -incluso en un pequeño río- de información. Rápidamente, los autores y lectores de hipertextos sintieron la necesidad de establecer algún tipo de estructura más allá de la simple asociación indeterminada de términos a la deriva. ¿Qué es lo que el autor quería contar y de qué forma lo debía organizar? ¿Cómo guiar al lector por esa ruta concreta o cómo dejar abierta la puerta para que el usuario pudiera escoger su propio itinerario sin tener que navegar a ciegas? Al principio, hasta la autora de esta tesis se perdía entre los nodos de información. Fue necesaria una estructura de composición formal y jerárquica que respondiera a una estructura conceptual. Y también era necesario diseñar herramientas de ayuda y navegación, índices, buscadores y visitas guiadas para que los lectores pudieran elegir su propia ruta o se dejaran arrastrar por el camino trazado por el autor, un camino sin pérdidas. Se precisaban brújulas formales y temáticas, tanto para los caminos secuenciales como para los no secuenciales y miguitas de pan conceptual para que los usuarios se hicieran una idea mental de por dónde se movían, por dónde se podían mover y con qué finalidad. La estructura y organización de los nodos y las conexiones asociativas debía venir, pues, determinada por la propia estructura semántica del hiperdocumento. La simple conexión por asociación era útil, pero no bastaba si no tenía un sentido y una luz para alumbrar el camino.

En otros hipertextos primerizos, por el contrario, no existía el menor peligro de pérdida ya que lo que hacían simple y llanamente era adaptar la información impresa al medio digital. A la manera de un libro impreso, cada capítulo se configuraba como un nodo y las conexiones y enlaces se realizaban a través del índice o, como mucho, el hipertexto constaba de un texto principal alrededor del cual se conectaban las referencias y citas bibliográficas, los gráficos, comentarios y anotaciones u otros elementos de carácter secundario. ¿Era eso realmente hipertextual?

La potencia del hipertexto radica precisamente en la peculiar forma de organización de la información. El hipertexto posibilita trazar las referencias, crear referencias nuevas y establecer tanto una estructura jerárquica como no jerárquica de composición, asociativa como no asociativa, reticular, conceptual, formal, etc. El hipertexto ofrece no sólo conectividad, apertura y extensibilidad, sino también una gradualidad o modularidad a los documentos: un mismo segmento de texto puede ser referenciado desde varios lugares, una misma idea puede ser desarrollada con distinto grado de amplitud y profundidad. La búsqueda puede ser secuencial, jerárquica, navegacional o directa y el propio hipertexto nos ofrece todo tipo de relaciones internas y externas, dentro del hiperdocumento y fuera de él, contextualizándolo tanto en un pequeño entorno como en la inmensidad del conocimiento compendiado en las redes. Pero la racionalidad humana sigue siendo la misma. Pensamos secuencial y simultáneamente y también de forma asociativa, quizás las asociaciones no puedan ser representadas al hilo del discurso, pero en parte, el hipertexto nos las hace presentes. Por su parte los gráficos, las imágenes en movimiento, los planos, los objetos en tres dimensiones, los vídeos, los sonidos y todas las posibilidades multimedia son un enorme ramillete de expresiones y modulaciones que acompañan al texto y lo transcienden. Toda una inmensa riqueza de recursos y posibilidades que ahora nos ofrece, de forma secuencial y simultánea -multisecuencial-, el universo hipertextual.

Como sucede con el libro impreso, existen buenos y malos hipertextos, al igual que existen buenos y malos libros. La estructura de un hipertexto es arbitraria, puede ser definida de forma más o menos descentralizada o jerárquica, ya que el establecimiento de las unidades hipertextuales se debe a una -o varias- estructuras lógicas que tendrán su reflejo en la estructura navegacional. El hipertexto, al igual que el libro tradicional, exige un lector activo y reflexivo y que esté familiarizado con el nuevo medio y, al igual que se exige que un lector de libros deba estar acostumbrado a la lectura libraria, el usuario de un hipertexto deberá conocer las claves para usar, navegar y explorar un hipertexto.

Tanto en forma impresa, como en forma hipertextual, información y conocimiento no son sinónimos. El simple acceso a la información no acredita el conocimiento, este último requiere siempre una labor individual, íntima, perseverante y, sobre todo, activa. Un buen hipertexto puede facilitar y estimular dicha labor.


Bibliografía

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 Título: Hipertexto, el nuevo concepto de documento en la cultura de la imagen
 Autora: María Jesús Lamarca Lapuente (currículo personal)

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 Tesis doctoral. Universidad Complutense de Madrid

 URL: http://www.hipertexto.info

 Fecha de Actualización: 29/07/2018   

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